Articulo publicado en El Comercio 21 de September de 2013
Foto seekvilcabamba.com
Un pintoresco paisaje con plantas de naranjas, limas, mandarinas y caña de azúcar se observa en el ingreso del valle lojano de Quinara. La mayoría de sus 1 384 pobladores se dedica a la agricultura.
Esa productividad y la tranquilidad del lugar atrae a los extranjeros que llegaron para radicar desde hace tres años, dice el lojano Daulo Briceño, de 78 años.
A Briceño no le incomoda la presencia de estadounidenses, europeos o canadienses, pero sí le preocupa que su llegada encarezca los terrenos y la mano de obra como ocurrió en Vilcabamba.
Hasta hace un mes, Briceño tenía como vecino al canadiense John Watson, quien dejó la casa que rentaba para comprar una finca en la zona. “A él le gusta la tranquilidad del valle”.
Al presidente de la Junta Parroquial de Quinara, Aníbal Macanchi, también le preocupa que el costo de los terrenos suba. Según él, los extranjeros se interesan por radicarse por las bondades climáticas, productividad, paisaje y, sobre todo, porque el costo de las propiedades es menor que en Vilcabamba y Malacatos.
En este sitio cada metro cuadrado cuesta entre USD 50 y 75, dependiendo de la ubicación. En los otros valles va de USD 150 a 320.
Quinara también es conocido por sus leyendas y se le denomina como el valle del tesoro de Atahualpa. La productividad agrícola es alta y se siembra tomate, maíz, pepino, cebolla… El 60% de la economía local se mueve por la producción de los derivados de la caña de azúcar, que se preparan en las moliendas del lugar.
Según Macanchi, por esos atractivos se radican los extranjeros. Hace dos años, el Gobierno local hizo un censo y se determinó que solo dos extranjeros tenían propiedades en la zona. Ahora, seis familias de estadounidenses y canadienses compraron fincas productivas o vacacionales.
Una propiedad pertenece al estadounidense John McAlevy, quien primero se radicó en Vilcabamba. Durante dos años y medio rentó una casa en el barrio Tumianuma, que lindera con la parroquia Quinara. Pero hace seis meses decidió comprar dos hectáreas en la parte alta de Quinara, porque la inversión fue menor. Allí, se dedica a cultivar y conservar el entorno.
Las otras propiedades adquiridas por los extranjeros están ubicadas en sitios alejados del centro poblado de Quinara. Su presencia preocupa a Harman Salazar, porque no quiere que las costumbres y tradiciones locales se pierdan y que la juventud adopte las extranjeras como ya ocurrió en Malacatos y Vilcabamba.
Los miembros de la Junta Parroquial pidieron al alcalde de Loja, Jorge Bailón, que regulara el costo de los terrenos en esta parroquia. El Burgomaestre les solicitó que elaboraran un proyecto para avaluar los terrenos en la zona.
El jefe de Avalúos y Catastros del Municipio, Galo Escarabay, dijo que el avalúo del Impuesto Predial en las 13 parroquias rurales de Loja no ha sido revisado desde hace varios años. “La oferta y demanda es lo que encarece”.
Según Escarabay, el Sistema Nacional de Información y Gestión de Tierras Rurales e Infraestructura Tecnológica del Ministerio de Agricultura ejecuta un levantamiento de información de la tierra rural del cantón Loja. “Una vez que se tenga ese informe a finales del 2014 se tendrá un valor real del suelo y aplicar los nuevos avalúos en el sector rural”.
Pero Macanchi también destaca aspectos positivos de la presencia de extranjeros. Uno de esos es la reactivación económica. Por ello, 60 habitantes de Quinara asisten a capacitaciones dictadas por la Unidad Municipal de Turismo.
La inversión en emprendimientos de servicios turísticos, servicio al cliente, pastelería y manualidades son algunos de los temas abordados en los talleres gratuitos.
En Quinara también se hace el adecentamiento de lugares turísticos como El Mirador y La Montaña del Sapo, para mostrar un espacio más atractivo para los visitantes.
La razón es que hay ecuatorianos que también empezaron a adquirir fincas en las inmediaciones del río Piscobamba. Allí, hay fincas frutícolas como la de José Álvarez, oriundo de Loja. Él adquirió el terreno hace tres meses para convertirlo en una hostería.
Para el estadounidense Dennis D’alessandro, Quinara es un valle encantado. Le gustan sus paisajes y la tranquilidad. Según él, cuando visita el centro de Vilcabamba, ubicado a 30 minutos de Quinara, a menudo se encuentra con extranjeros que quieren conocer ese último poblado. “Algunos amigos están interesados en radicarse y otras ya están adquiriendo terrenos”.
Punto de vista
Irma Castro. Cámara de Turismo de Loja
‘El extranjero debe aportar’
No estamos en contra de la presencia de extranjeros; al contrario todos son bienvenidos, pero lo importante es que ellos respeten el entorno y aporten al desarrollo de esos pueblos. Los primeros beneficiarios deben ser los de la comunidad donde se radican los extranjeros. Estos espacios deben contar con servicios básicos en óptimas condiciones. Eso permitirá tener un ambiente de calidad y armonía. Su presencia impulsará el turismo, que es una actividad de integración y productividad. También permitirá conocer la diversidad de culturas y difundirlas. La Cámara de Turismo ejecuta actividades de promoción para que los prestadores de servicios asociados puedan ofertar su trabajo a precios justos. Las instituciones públicas deben actuar para que todos cumplamos con las leyes. A los inversionistas privados en servicios turísticos nos preocupa la presencia de extranjeros que colocan sus negocios sin pagar ningún tipo de impuestos.
Un valle atractivo
USD 168 000 es el presupuesto anual que administra la Junta Parroquial de Quinara. El 30% de esos recursos se destina al gasto corriente y el 70% para obras. 1 384 personas entre ecuatorianas y extranjeras residen en Quinara, según el último censo. El poblado está ubicado a 1 612 metros sobre el nivel del mar.
Este contenido ha sido publicado originalmente por Diario EL COMERCIO en la siguiente dirección: http://www.elcomercio.com/actualidad/ecuador/extranjero-quiere-vivir-quinara.html.